jueves, 16 de julio de 2015

MORIR Y VIVIR EN SOLEDAD CON UNA SOCIEDAD PATETICA


este reportaje no tiene desperdicio  y nos sumamos  absolutamente a todo lo que se dice en el
los derechos de las personas usuarias y trabajadoras son dignificantes y los tiramos por tierra por intereses creados con animo de lucro





TRIBUNA ABIERTA

Morir en soledad... personal, social y mediática

POR HANS HOFFMAN - Martes, 14 de Julio de 2015 - 
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Un hombre camina solitario por un parque.
Un hombre camina solitario por un parque.


    Hace unos días apareció una noticia que, como muchas otras, pasó sin pena ni gloria por los diarios y sus ediciones digitales. Algunos medios desarrollaron la noticia en dos párrafos. 116 palabras.
    Sí, ¡eso merece la noticia!: Muere una mujer de 90 años tras caer al mar junto al Marítimo de Getxo. Otros medios le dedicaron cuatro párrafos. 459 palabras. Es un salto cuantitativo. Pero sí, ¡eso merece la tragedia!: Una mujer muere tras caer al agua en un muelle de Getxo. ¿Qué nos está pasando? Pues que miramos a otro lado, que nos importa un bledo lo que sucede al otro lado de nuestra pared, un bledo el miedo de la mujer que vive a unos metros de nuestra casa, un bledo el dolor de un niño sin infancia. Vamos, que nos da lo mismo. Tal y como nos da lo mismo la soledad con la que conviven muchos y muchas de nuestros ancianos y la impotencia de aquellos que -aunque viviendo acompañados- son víctimas de malos tratos.

    Si está leyendo estas líneas, muy probablemente pensará qué exagerado, ¿por qué generaliza?, yo no soy así... Pues sí, nos guste o no, lo asumamos o no, sea doloroso aceptarlo o no, nos veamos reflejados o no; nos importa un bledo. Ahora, eso sí, como nos lo pongan en televisión y veamos la imagen de la asesinada, del huérfano o del viejito y, si además, lo aderezamos con testimonios -orales- de dolor, ¡ufff!, se nos viene el alma al suelo y somos capaces de donar parte de nuestro dinero a la ONG correspondiente, salir a la calle con pancarta o alistarnos en la cruzada del voluntariado que se acaba convirtiendo en voluntarismo. Luego, la noticia pasa, nos dan la vuelta con otras noticias, tenemos nuestras propias vidas -y sus correspondientes altos y bajos- y a otra cosa mariposa.
    ¿Alguien se ha detenido a pensar por qué una mujer de 90 años camina sola por un paseo? ¿Por qué no le acompaña alguien? ¿Es por decisión propia o impuesta? ¿Tan mal lo puede hacer una persona en su vida como para morir sola y que además a nadie -parezca que- le importe? Decía la noticia: “Una mujer de 90 años ha fallecido este mediodía después de caer al mar desde el embarcadero de Las Arenas, junto al Club Marítimo del Abra, ubicado en Getxo. Según ha informado el Departamento vasco de Seguridad, el suceso ha ocurrido hacia las 13.40 horas cuando la mujer bajaba por la rampa de acceso al mar del citado club, con la intención de coger agua con una botella, pero perdió el equilibrio. La mujer cayó al mar y dos personas se tiraron al agua para rescatarla. Finalmente, consiguieron sacarla, pero se encontraba en parada cardiorrespiratoria. Dos socorristas de la playa de Las Arenas le han hecho la reanimación cardiopulmonar, pero no han podido evitar su fallecimiento”. Fin de la noticia.
    Hay personas válidas y con edad avanzada que prefieren vivir solas, seguir envejeciendo en su domicilio, hay personas menos válidas que necesitan tener apoyos y ayudas en las actividades básicas de la vida diaria y hay personas que necesitan ser ingresadas en una residencia pues ya no responden a los estímulos de la sociedad civil, no se les puede tener en casa debido a sus procesos de deterioro cognitivo, o porque están muy avanzados y/o porque cuidar a una persona 24 horas requiere de -al menos- cuatro personas, en verdad, de cinco. Por tanto, un servicio de 24 horas, 365 días año, es un servicio -si se desea que sea profesional- sólo es asumible por personas adineradas. Por otra parte, está el sistema concertado de plazas en residencias, el SAD, pero de eso mejor hablar otro día.
    Y aquí quiero hacer un inciso, breve, ya que mi intención es ahondar en aspectos sociales, pero también de políticas sociales y no en situaciones particulares -aunque abunden- para explicar algo que muchas personas, familias, usuarios y responsables de personas dependientes, no quieren entender pese a que también son parte de la fotografía que deseo compartir, esto es: si se trata de asistir -siempre pensando en cuidados domiciliarios-, 24 horas a una persona dependiente (mayor o no) y con atención profesional, asignar a ese servicio menos de cuatro personas nos acerca peligrosamente a los tiempos de la esclavitud.
    No se asombren, hay aún mucha esclavitud laboral en el sector sociosanitario, esclavitud permitida -y a veces alentada- por los propios cuidadores (me refiero a la economía sumergida, a la persona de origen nacional o extranjero que ejerce funciones de auxiliar de enfermería o geriatría), por la familia del usuario (los hijos, hijas, nueras, yernos), incluso por el propio usuario. Y usted podría exclamar: “¡Qué me está contando!”. Pero lo que digo es que si usted necesita que le cuiden las 24 horas, debe contratar a tres personas (tres por ocho horas=24 horas), pero esas personas no deben estar trabajando a su servicio todos los días y sin descanso, ¿no cree usted? Por lo tanto, se necesita un cuarto profesional para hacer los relevos. ¿Y ya está? No. Esas trabajadoras profesionales, debidamente contratadas, tienen derecho a sus vacaciones. Luego están los imponderables, una baja médica, un catarro, un accidente laboral o domiciliario, el colegio de los niños, un fallecimiento y/o un ingreso hospitalario de algún familiar directo... Todo ello amparado -afortunadamente- por el Estatuto de los Trabajadores (convenios sectoriales aparte, sean de obligado cumplimiento o impugnados por -incluso- sindicatos, que de todo hay mire usted). El servicio domiciliario debe pagarse de forma justa y profesional si de verdad se quieren usuarios bien atendidos y con bienestar, profesionales reconocidas y dignificadas y un sector, el sociosanitario domiciliario, con mejores servicios. Así que la siguiente vez que escuche decir a un hijo o a una hija: “Bueno, hemos cogido a una chiquita de aquí o de allí y le pagamos 9 euritos por hora -sin contrato por supuesto- y cuida al viejillo…”, usted debería preguntarle: ¿O sea que ese es el precio del bienestar de tu aita? ¿No sería mejor poner en valor el bienestar y la tranquilidad de quien te cuidó en la infancia?
    Pero volvamos al caso de la señora de 90 años fallecida mientras caminaba sola por el puerto de Getxo. Si estaba sola, o quería estar sola, o la dejaron sola, no lo sabemos. Ella, que es quien mejor lo sabía, se lo ha llevado consigo. Pero sea como sea, como sociedad nos está importando un bledo. ¿Nadie investiga, nadie analiza, nadie hace algo? Sí, hay quien sí lo hace, no lo discuto. Tenemos algunos estudios realizados por nuestras universidades, por nuestro Ayuntamiento, por nuestra Diputación, por nuestro Gobierno. Lo sé de buenas fuentes. Pero, ¿nos está sirviendo de algo y de manera oportuna? ¿Estamos recuperando emociones, salvando vidas, dignificando la de aquellos que nos enseñaron a caminar?
    Somos, la sociedad vasca, la más envejecida después de la de Japón. ¿Hacia dónde vamos? ¿Le importa a la ciudadanía? ¿O espera que se lo resuelvan cuando llegue el momento? ¿Y si no se lo resuelven? ¿A echarle la culpa al sistema? Entiéndanme, me refiero a todo lo que rodea al envejecimiento, en especial al sector sociosanitario (presupuestos, fiscalidad, residencias, empresas innovadoras, universidades, médicos de cabecera y especialistas, auxiliares, centros de día, pisos tutelados, SAD, economía sumergida, usuarios, familias, políticos...). Sé que hay empresarios, emprendedores, políticos, investigadores... que sí están preocupados. Pero todos estos esfuerzos no valen de nada si no se los comunicamos a la sociedad civil, si no la sensibilizamos de verdad. Si no la hacemos parte de la solución, ya que son (somos) parte del problema.
    Y no hablo sólo de campañas, hablo de cambio de modelo en todo lo que rodea al envejecimiento activo, el bienestar programado y la calidad de vida. Nos merecemos, necesitamos, un cambio profundo en nuestro modelo económico y productivo, un cambio de modelo de asignación de recursos, de modelo social, un cambio de modelo fiscal. Debemos enseñar a optimizar los recursos disponibles para que siga habiendo recursos, que no todo se puede subvencionar, es más, no todo se debe subvencionar. Pero para ello tenemos que crear una mesa amplia de análisis, de debate, de investigación, de estrategia social. Y debemos contar con aquellos que nos deben preocupar, con quienes están pasando el proceso de envejecimiento, muchas veces de soledad y -en más de los que se cree- de maltrato.
    Para esa señora de 90 años -y tantos otros más- ya es tarde. Y lo peor es que no nos damos cuenta de que perderla así es una pérdida irreparable en la adquisición de la conciencia necesaria para cambiar las cosas. Si no movemos ficha, la vida y nuestra vejez nos lo demandará.
    Debemos contar con aquellos que nos deben preocupar, con quienes están pasando el proceso de envejecimiento, muchas veces de soledad
    El servicio domiciliario debe pagarse de forma justa si de verdad se quieren usuarios bien atendidos y un sector con mejores servicios

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