La proclama convocaba a un Congreso Internacional de Madres para promover alianzas entre diferentes nacionalidades y el arreglo amistoso de cuestiones internacionales.
Las reacciones conservadoras lograron traducir aquella propuesta en la celebración comercial del Día de la Madre que se ha generalizado en buena parte del mundo.
¡Levántense, mujeres
de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su
bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No
permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes.
Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y
aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que
desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad,
la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos
demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que
nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de
una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma!
¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La
sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión.
Julia Ward, Proclama del Día de las Madres, 1870
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