martes, 20 de mayo de 2014

SAD - Artículo de una cuidadora


Cuando hablamos de SAD, somos los y las profesionales las que invadimos la intimidad de estas personas y esto hace que nuestra intervención, más allá de las diferencias técnicas (espacios adaptados, camas articuladas, ayudas técnicas) sea mucho más compleja. Se requieren grandes dosis de respeto y de paciencia, sobre todo teniendo en cuenta que no podemos hacer diferencias entre las personas por su idiosincrasia y, al estar en su terreno, hacerles cambiar aquellas cosas que creemos que van a mejorar su calidad de vida es, a veces, un camino largo y difícil.
Hay que desarrollar grandes dosis de empatía y cuidar mucho la calidad de la relación sin implicarse, evaluar las necesidades, los riesgos. Aunque la Trabajadora Social hace una evaluación inicial es en el día a día donde se van perfilando las necesidades de servicio o recursos.
Durante nuestra jornada visitamos una media de 7 personas. Todas tienen problemáticas muy distintas. Nos enfrentamos cada día a la soledad, el aislamiento, la depresión, el abandono, el abuso, el alcoholismo, las drogas, la decadencia física y mental, la enfermedad y la muerte. Hay que ser muy profesional para mantener el equilibrio emocional día a día.
Grandes dosis de ética
No quiero que nadie piense que siempre tratamos con las miserias de la vida. Tratamos también con familias maravillosas, personas que nos dan lecciones de vida y que nos hacen pasar ratos muy divertidos.
Otras veces sientes un poco de desazón al cerrar la puerta de una casa, limitada por el tiempo que te dan, pero según sales a la calle tienes que olvidarte de lo que dejas atrás para centrarte en lo que tienes por delante.
Además, una buena profesional de este campo debe tener grandes dosis de ética. Tratamos con personas muy vulnerables y que casi siempre tienen una fe incondicional en nosotras. Este trabajo requiere una autorreflexión constante sobre tu intervención. No puedes en ningún momento dejarte llevar por la rutina porque si lo haces, si dejas de escuchar hasta los silencios, de observar las pequeñas cosas día a día, automáticamente dejas de darte cuenta de cómo van cambiando las necesidades de las personas.
Las trabajadoras del SAD
Sobre el colectivo diría que, si tenemos en cuenta que el 99% de las trabajadoras del SAD son mujeres de mediana edad y un elevado porcentaje con cargas familiares, tenemos la sopa ideal para un trabajo duro, mal remunerado y poco reconocido.
Su regulación ha ido dando bandazos y no acaba de consolidarse aunque constantemente se anuncia que van a darse pasos en ese sentido.
Por otra parte, considero personalmente que la formación que se imparte es irregular, la mayor parte de las veces insuficiente y superficial. No entiendo que un trabajo tan duro físicamente no incluya la educación física en su curriculum cuando es tan importante para la salud de las trabajadoras. No creo que una charla sobre ergonomía sea suficiente, y es lo que hay.
Por otro lado el abanico de funciones que realizamos está lleno de ambiguos límites lo que hace que mientras en algunos sitios nos confunden con enfermeras en otros nos confundan con “empleadas del hogar”.
Para terminar diré que, pese a todo, es muy gratificante ver como puedes mejorar la calidad de vida de muchas personas, como puedes cambiar la soledad por compañía, la dejadez por el aspecto físico por la ilusión de sentirse más guapa, borrar un “nadie se preocupa por mí”, ayudar a las familias a preparar el tránsito de un ser querido, apoyar a aquel cuidador o cuidadora que necesita que le cuiden…; tantas pequeñas cosas que vas dejando

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